Dicen por ahí que soy naturalmente balanceada y equilibrada. No lo creo, rompo constantemente con esa regla. Sólo yo se lo que me gustaría cumplirla. En teoría debería llegar rápidamente a un estado armónico. Creo que nunca lo hice y si lo logré fue por tan poco tiempo que se me olvidó cómo se hace.
Y cómo se hace si siempre faltan cinco para el peso?. El optimismo tal vez sea una buena opción pero también dura poco y considero que si se fuerza es una mentira por lo tanto es un espejismo.
Acaso se trata de tener un color, un sabor, un olor? porque si se trata de eso mis respuestas son violeta, chocolate y el Very Irresitible de Givenchi. Pero el equilibrio no llega.
Soy alborotada, me aburro rápido de las cosas, siempre estoy al revés de todos.Puedo pintar, cocinar, escuchar música, tomar mate y escribir todo a la vez. Pregunto todo, literalmente todo una y otra vezdesde que aprendí a hablar. No se de donde saco tantos porqués, cuándos y paraques. Mi relación con la tecnología no existe por eso agradezco que mis amigos me ayuden hasta el punto de irritarlos.Hablo rápido, pienso rápido, No puedo combinar la ropa siempre se me ven las medias coloridas salir de los zapatos equivocados. La ideas se me ocurren de noche por eso no duermo bien.
Me pongo extremadamente feliz con los sugus y si pudiera trabajaría descalza.En algún lugar siempre voy a estar tomando un café sentada en la calle.
No puedo equilibrarme. Tengo en mi una mezcla de corazón y racionalidad que me hace hacer un torbellino de cosas que se contradice con mi apariencia de paz y letanía.
Muchas cosas me faltan pero sobre todo una o uno. Un señor acaba de decir en el colectivo "perdemos y ganamos" y yo muerdo la lapicera y escribo torcido y se me cae una lágrima y muevo las piernas impacientemente porque esta frase me retumba. Qué gané? Nada. O a caso este estado inspirador que me hace escribir alocadamente es una ganancia?. No lo creo.
El equilibrio. Dicen por ahí que las librianas somos equilibradas que es nuestro estado natural. Los horóscopos no saben nada de mi porque no aplico a esa regla. Soy una gran mezcla de millones de cosas, acciones y personas. Y soy la búsqueda constante de eso que sigo sin encontrar. Debería mudarme de galaxia.
20 mayo, 2015
18 mayo, 2015
Viajando por los recuerdos de mi barrio
Nos conocemos hace
tanto tiempo. No nos hacen falta las palabras para comunicarnos. Nos miramos y
lo sabemos todo el uno del otro.
No puedo parar de
enamorarme. Incluso dejo de lado mis miedos y tus errores para estar a tu lado
cada día. Me gusta que me aceptes descalza, en pijama o e incluso en medias y
ojotas los Domingos por la mañana en donde mi voluntad por hacer cualquier cosa
no existe.
Compartimos todas
las mañanas y las noches. No tengo claro en que faceta me gustas mas, cada una
tiene su encanto.
Nos conocemos
desde que tenía un metro de altura. Mis recuerdos se remontan a aquella época en la que mis ojos traspasaron por primera vez el
horizonte de la mesa de la cocina y descubrí que no me tenía que poner de
puntillas para ver por encima de ella.
Cambiamos mucho
pero siempre juntos. Yo crecí en altura y vos también. Las personas con dinero
desmantelaron tus casas antiguas para construir en su lugar mini edificios de
cartón corrugado despojados y minimalistas. Taparon el sol muchas veces y donde
antes vivían 4 ahora lo hacen mínimo 20.
A pesar de que
creces y te modernizas tu esencia, (esa que yo conozco bien), no cambia. La veo
en el almacén de Roberto y de Celia por ejemplo . Ese lugar en el que no hace
tanto tiempo podía comprar panchitas sueltas.
Al que tenes que ir con tiempo porque
medio Florida se junta a chusmear ,a quejarse del país y a hablar de mascotas y
de nietos. El rol de almacenero y cliente no existe.
Todos nos transformamos en Pichi y
Charly al traspasar la puerta corrediza de vidrio. Esa es la forma en la que Roberto nos llama a casi
todos de manera cariñosa. En ocasiones el grado de confianza es tal que
Celia se da el lujo de aconsejarme que comprar y que no dependiendo de cuánto
ella cree que peso. Esta convencida de que me cuida y que a mi me gusta ser
cuidada de esa manera.
Tenes siempre todo lo que necesito. Puedo ir
un sábado a mi ferretería preferida en busca de todos los cosos,cositos y
pitutos que existen y se me ocurrieron comprar para construir o remendar alguna
idea. Todo esto sincroniza perfectamente con mi “búsqueda del tesoro”: Una pallet,
una silla, una mesa o casi cualquier cosa para mi es oro. Aunque muchas veces
te los devuelvo porque no pude hacer nada con todo eso.
Si los lugares
pudieran hablar. La Plaza de Sarmiento y Gral Paz delataría a unos cuantos.
En mi niñez era
sólo un cuadrado de tierra con dos hamacas,una pasarela en medio color azul
escuela y una fuente sin agua. En algún
momento la arreglaron poniéndole juegos de madera, pasto, caminos de piedritas
mesas de cemento para los padres y abuelos tomadores de mate y agua para la
fuente. Hoy en día le llegaron las rejas y la modernidad de los aparatos de
gimnasio amarillos y rojos , la calecita manual, hamacas, juegos didácticos y
asientos de cemento con forma de muelas invertidas. Esa plaza
fue destruida y construida miles de veces pero siempre me refugió al
irme de casa cuando las papas ardían, tomar mate, llorar, estudiar e incluso
llevar mi atril para pintar o dibujar. Antes ir de noche era mucho mas fácil
porque no existían los candados y podíamos llevar guitarras, mates, gargantas
bien y mal afinadas y pasar buenas madrugadas. Hoy en día tengo ganas de saltar
esas rejas para poder hacer todo eso aunque sea una vez mas.
Uno de
mis primeros trabajos fue en la librería de la Calle Sahores que empieza en
Ayacucho y termina en las vías. Es una calle escondida pero con mucha vida.
Omar atiende la librería. Como lo conozco desde los 6 años para mi siempre
midió 4m de altura. Después entendí que efectivamente él es muy alto pero que
en la niñez las distancias y las medias se distorsionan de maneras
inimaginables. Omar no mide cuatro metros sino dos y de igual forma soy como un
bastón a su lado. En la esquina de ese
lugar hay un taller mecánico y un amor platónico de la adolescencia, mas allá
una veterinaria y después no mucho mas
que casas y personas.
Yendo para
Avenida Maipú por Aristóbulo del Valle ( la calle en la que vivo) se encuentra
el centro cultural Tiempos modernos . Es uno de mis lugares en el mundo. No es
grande ni moderno ni perfecto. Tiene las paredes pintadas de colores, muchos
cuadros colgados y fotos. Artículos de
otra época que en algún momento fueron útiles y hoy decoran el lugar como
viejas máquinas de escribir sifones y teléfonos. La luz es cálida, se respira
arte en su interior. Algún que otro comensal a veces se anima a adueñarse del
piano de madera por un rato y musicalizar la velada. Cuando entras te olvidas
del afuera, transmite esa energía de los bares de vacaciones. Uno puede sentir
que del otro lado de la puerta en vez de haber un boulevard y las casas de
siempre te espera una gran playa y un cielo estrellado con luna llena. Asi de
cómodo y relajado se siente uno.
04 mayo, 2015
Un adiós
Dormí abrazada a una almohada, ella no me da calor.
Tengo un elefante en el pecho y una pelota en la garganta.
Desaparecieron el sueño y las ganas de comer. Ya no se puede compartir.
Soltar debe ser un poco así. Hay algo que ya no está.
Para el que suelta es un alivio, para el soltado un pesar.
Parados en veredas distintas, el camino se cortó, se bifurcó, murió.
Hay una pared que no puedo saltar ni derribar.
Imaginar un fin de pequeñas y grandes cosas que ya no van a existir.
Cambiar el paradigma: primero dos, después uno.
Ese uno y el camino. Ese uno y el viento.
Y me imagino parada en el medio de la nada y que sólo haya eso, nada.
¿Cómo será?
Tengo un elefante en el pecho y una pelota en la garganta.
Desaparecieron el sueño y las ganas de comer. Ya no se puede compartir.
Soltar debe ser un poco así. Hay algo que ya no está.
Para el que suelta es un alivio, para el soltado un pesar.
Parados en veredas distintas, el camino se cortó, se bifurcó, murió.
Hay una pared que no puedo saltar ni derribar.
Imaginar un fin de pequeñas y grandes cosas que ya no van a existir.
Cambiar el paradigma: primero dos, después uno.
Ese uno y el camino. Ese uno y el viento.
Y me imagino parada en el medio de la nada y que sólo haya eso, nada.
¿Cómo será?
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